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1612. 2012. 2016. ARANTZAZU EUSKAL ETXEA LIMA

INTRODUCCIÓN

BREVE HISTORIA DE LA APARICIÓN

DE NUESTRA SEÑORA DE ARÁNZAZU

Como introducción histórica a la hermosa novena que se practica ante el altar de la Virgen de Aránzazu en la iglesia-basílica de San Francisco de Lima, ofrecemos la siguiente narración, que es la primera que se conoce históricamente, y se debe al célebre historiador Esteban de Garibay y Zamalloa, natural de Mondragón (1533-1600).

"En estos tiempos de tanta calamidad y miseria, la virgen María, madre de Dios, y Señora nuestra, tuvo por bien de visitar a la región de Cantabria con una sancta y devota imagen suya, que por divina providencia apareció en un profundo y inhabitable yermo del término de la villa de Oñate, en las faldas de la grande montaña, llamada Aloya, que pasó de esta manera, según tengo relación cierta de un viejo de ciento y siete años, que al tiempo que la sancta imagen se halló, era mozo de diez años, y de otros de a noventa y más años. En este año de mil y cuatrocientos y sesenta y nueve, uno más o menos, un mozo que guardaba ganado, llamado Rodrigo de Balzategui, hijo de la casa de Balzategui, de la vecindad de Uribarri, Jurisdicción de la dicha villa de Oñate guardando las cabras de su casa en las faldas de la dicha montaña de Aloya, un día Sábado, que es dedicado a la virgen María, descendió por sus vertientes abajo, guiado por la mano de Dios, a lo que piadosamente se debe creer. Cuya inmensa majestad siendo servido, que en adelante, fuese en aquel desierto perpetuamente loado y ensalzado su nombre, y el de la Reyna de los Ángeles, madre suya, y protectora nuestra, siendo de los fieles Cristianos de diversas partes aquel lugar visitado y reverenciado, permitió, que a este mozo pastor se le apareciese en aquel profundo sobre una espina verde, una devota imagen de la virgen María, de pequeña proporción con la figura de su hijo precioso en los brazos, y una campana, a manera de grande cencerro al lado. Esto sucedería en tiempo de verano, pues a tal lugar, ajeno de pastos de invierno, llevaba su ganado. De este caso tan impensado, se admiró el pastor, y juzgándolo por cosa de Dios, rezó la Ave María, y otras oraciones que sabía, y luego con grande reverencia, cubriendo la Santa imagen con ramas y otras cosas, que a mano pudo haber, ya que vino la noche, volvió con el ganado a su casa. Donde refiriendo el caso, y siendo después avisada la villa y regimiento de Oñate, con la justicia concurrió mucha gente del clero y pueblo, guiándolos el pastor, y con harto trabajo, llegados al lugar, hallaron la santa imagen, puesta en el espino verde. Entonces con grande fervor y devoción, hincándose todos de rodillas, dieron muchos loores y gracias al omnipotente Dios, y a la virgen y madre suya, porque con tan preciosa joya, y en semejante lugar puesta, que no carecía de grande misterio, los avía querido visitar del cielo" (COMPENDIO HISTORIAL, Amberes, 1571, Libro XVIII, cap. XXV).

La novena que reproducimos tiene la finalidad de reproducir en el devoto que la práctica, efectos semejantes a los que experimentó el pastor Rodrigo de Balzategui, cuando vio a la Virgen en su aparición.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Arantzazuko Andre Mariaren Kofradia

NOVENA

A NUESTRA MADRE Y SEÑORA

DE ARÁNZAZU


QUE SE VENERA
EN LA IGLESIA DE NUESTRO PADRE DE SAN FRANCISCO
COMPUESTA
POR UN RELIGIOSO DEVOTO SUYO



LIMA
IMPRENTA DE FRANCISCO SOLIS
CALLE 4a. DE JUNIN (ZARATE) N° 178
______________________________
1863 





A LA HERMANDAD DE
DE NUESTRA SEÑORA DE ARÁNZAZU
DE LIMA

En el IV Centenario de la fundación de la primera Hermandad de la Virgen de Aránzazu en el Perú, 1612-2012



INTRODUCCIÓN
BREVE HISTORIA DE LA APARICIÓN
DE NUESTRA SEÑORA DE ARÁNZAZU

Como introducción histórica a la hermosa novena que se practica ante el altar de la Virgen de Aránzazu en la iglesia-basílica de San Francisco de Lima, ofrecemos la siguiente narración, que es la primera que se conoce históricamente, y se debe al célebre  historiador Esteban de Garibay y Zamalloa, natural de Mondragón (1533-1600).

"En estos tiempos de tanta calamidad y miseria, la virgen María, madre de Dios, y Señora nuestra, tuvo por bien de visitar a la región de Cantabria con una sancta y devota imagen suya, que por divina providencia apareció en un profundo y inhabitable yermo del término de la villa de Oñate, en las faldas de la grande montaña, llamada Aloya, que pasó de esta manera, según tengo relación cierta de un viejo de ciento y siete años, que al tiempo que la sancta imagen se halló, era mozo de diez años, y de otros de a noventa y más años. En este año de mil y cuatrocientos y sesenta y nueve, uno más o menos, un mozo que guardaba ganado, llamado Rodrigo de Balzategui, hijo de la casa de Balzategui, de la vecindad de Uribarri, Jurisdicción de la dicha villa de Oñate guardando las cabras de su casa en las faldas de la dicha montaña de Aloya, un día Sábado, que es dedicado a la virgen María, descendió por sus vertientes abajo, guiado por la mano de Dios, a lo que piadosamente se debe creer. Cuya inmensa majestad siendo servido, que  en adelante,  fuese en aquel desierto perpetuamente loado y ensalzado su nombre, y el de la Reyna de los Ángeles, madre suya, y protectora nuestra, siendo de los fieles Cristianos de diversas partes aquel lugar visitado y reverenciado, permitió, que a este mozo pastor se le apareciese en aquel profundo sobre una espina verde, una devota imagen de la virgen María, de pequeña proporción con la figura de su hijo precioso en los brazos, y una campana, a manera de grande cencerro al lado. Esto sucedería en tiempo de verano, pues a tal lugar, ajeno de pastos de invierno, llevaba su ganado. De este caso tan impensado, se admiró el pastor, y juzgándolo por cosa de Dios, rezó la Ave María, y otras oraciones que sabía, y luego con grande reverencia, cubriendo la Santa imagen con ramas y otras cosas, que a mano pudo haber, ya que vino la noche, volvió con el ganado a su casa. Donde refiriendo el caso, y siendo después avisada la villa y regimiento de Oñate, con la justicia concurrió mucha gente del clero y pueblo, guiándolos el pastor, y con harto trabajo, llegados al lugar, hallaron la santa imagen, puesta en el espino verde. Entonces con grande fervor y devoción, hincándose todos de rodillas, dieron muchos loores y gracias al omnipotente Dios, y a la virgen y madre suya, porque con tan preciosa joya, y en semejante lugar puesta, que no carecía de grande misterio, los avía querido visitar del cielo" (COMPENDIO HISTORIAL, Amberes, 1571, Libro XVIII, cap. XXV).

La novena que reproducimos tiene la finalidad  de reproducir en el devoto que la práctica, efectos semejantes a los que experimentó el pastor Rodrigo de Balzategui, cuando vio a la Virgen en su aparición. 


MODO DE REZAR LA NOVENA
   
hecha la señal de la cruz, delante de la
santa imagen, se dirá lo siguiente

Acto de Contrición.
¡Dulce Jesús de mi alma, Padre amoroso de mi vida!, si mis culpas han sido la causa que de mí te ha retirado, ya pretendo, Señor, tu amistad, y me duelo con todo el alma de lo mucho que te he ofendido. Antes de perder la gracia, fui para mi fortuna tu hijo; mas hoy que de este bien carezco, por mi desdicha, ni sombra soy de lo que fui. Cuando estuve en paz contigo en el dichoso estado de la inocencia, me amaste con ternura; mas ahora mis pecados son la causa de las penas de que me veo cercado. Quiero ya, mi Dios, restituirme a tu amistad, y que mi dolor encienda más la llama de aquel amor primero. Inflama, Dios mío, mi corazón, para que al toque de tus auxilios me arrepienta de mis culpas, y logre ser tuyo. Así lo espero mediante tu divina misericordia. Amén.

ORACION PREPARATORIA PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Madre amabilísima! ¡Qué consuelo, qué alegría, qué regocijo tendría el feliz Pastor, cuando os vio en ese espino! Yo, Señora, aunque pecador, te reconozco como mi Madre. ¿Seré tan infeliz, tan desgraciado, que no merezca que oigas mis clamores? Mis culpas, Señora, me avergüenzan, y me atemorizan para ponerme en tu presencia; pero confiado en que sois Madre de misericordia, y que no despreciáis al arrepentido que os invoca, me postro en vuestra presencia, y os suplico me miréis con ternura de Madre.
Os aparecisteis al Pastor en un espino. ¡Cómo os adoraría! ¡Cómo os reverenciaría! ¿Qué alabanzas os daría? ¿Qué expresión de amor os daría? Yo señora, aunque pecador me postro en vuestra presencia, os adoro, os venero, os tributo mi amor, os ofrezco mi corazón. Quisiera tener la sencillez que tuvo el Pastor á quien os aparecisteis, pero Señora, por lo mismo que soy pecador, confío que no me despreciareis, y me mirareis con la ternura de Madre! Pecador soy, Señora, sois Madre de todos ellos, y por esta razón confió y espero de tu piedad que no despreciareis mis ruegos y mis clamores. Sois Madre amorosísima, Madre de piedad, compadeceos de este pecador que implora vuestra protección: concédeme dolor por mis culpas, un propósito firme y constante para gozar la misma sencillez e inocencia que logro el Pastor a quien os aparecisteis; que así lograré ser feliz de alabar á tu Hijo en tu gloria por una eternidad. Amén.

Recemos cinco Aves Marías en reverencia de las cinco letras que componen su dulcísimo nombre; y en cada Ave María se dice;
Bendita sea la purísima é inmaculada Concepción de la Bienaventurada siempre Virgen María.
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ORACIÓN
PARA EL PRIMER DÍA
¡Oh María a quien los cielos adoran! ¡Oh Reina la más excelsa criatura, a ti recurre nuestra confianza, deseosa de conseguir el remedio de nuestros males y dolores! Como sucedió en la provincia de Álava con Martín Ortiz y su Mujer Francisca Martínez: que habiendo cegado totalmente, sin esperanza de remedio alguno que les aliviase, ocurrieron á tu protección, y yendo á tu Santuario a caballo, guiados de otros, á hacerte una novena, les restauraste la vista: volvieron á su casa á pie, reconocidos y agradecidos de tu favor. Si estos lograron vista en el cuerpo, haced que la tengamos en el alma, para que conociendo nuestros yerros, los lloremos en estos nueve días que hacemos esta Novena: lo que esperamos alcanzar de vuestra piedad, para desagraviar á tu Divino Hijo, que le tenemos irritado con nuestras repetidas culpas. Amén.

Pidamos á esta Divina Señora con confianza de hijos, lo que necesitamos.

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ORACIÓN PARA DESPUÉS DE LA PETICIÓN

Madre amorosa
Dulce y benigna,
Y de Aránzazu
Madre Divina.

(Es copla que dice el Sacerdote con el pueblo).

Dios te salve Reina hermosa
De Aránzazu dulce María;
De misericordia Madre
De los ojos de Dios Niña.
Madre amorosa, etc.

Vida y dulzura de amor,
Esperanza nuestra dicha,
Salve mi dichoso hechizo,
Luz que alumbras mis fatigas.
Madre, etc.

A ti claman desterrados,
De Eva los hijos é hijas,
Que en la noche de sus penas,
Otra luz no los alivia
Madre, etc.

A ti gimiendo y llorando,
Enternecidos suspiran,
Porque no tienen consuelo
Sin tu luz, bella María.
Madre, etc.

De lágrimas en el valle
Y sin ver tu cara linda,
¡Que tendrán, sino sollozos
Los ojos que no te miran!
Madre, etc.

¡Ea, pues, abogada nuestra!
Blanco de fieles caricias,
Vuelve tus hermosos ojos
A nosotros Madre pía.
Madre, etc.

De misericordia llenos
Son para atender desdichas,
Ponlos en nuestras miserias
Tórtola de dulce amor.
Madre, etc.

Y a Jesús fruto bendito
Del Paraíso de delicias,
Del seno virginal intacto
De tu vientre Madre mía.
Madre, etc.

Muéstranos después de este
Destierro de tiranías
Para que seamos dignos
De la gloria prometida
Madre, etc.

¡Oh clemente, pía y dulce,
Graciosa Virgen María,
El ser tus finos esclavos
Lo tenemos á gran dicha
Madre, etc.

Ruega por los pecadores
Sin que te des por vencida,
Ni el ser que debes á Cristo
Ni el ver nuestra rebeldía
Madre, etc.

Amen, Jesús, con quien reinas
De espíritus asistida
Como Madre de Aránzazu
Que alegra las Jerarquías.
Madre, etc.
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¡Dios y Señor Nuestro!, te rogamos  concedas a tus humildes siervos, gozar perpetua salud de alma y  cuerpo, y por la intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, vernos libres de la presente tristeza, y gozar de la eterna alegría.
Por Nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén.
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ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Santísima Virgen María de Aránzazu!, lirio purísimo de castidad, fresco jardín de celestiales deleites: arca del testamento donde está el maná escondido. Preciosísima margarita, y perla singular del linaje humano. El Señor os crió sin mancha, os crió por sierva humilde, os amó como a esposa dignísima. Vos sois la gloria del linaje humano, y ornamento de todo el universo. Volved, Señora, vuestros a mí, pecador miserable: mas de sucio hazme limpio; de pecador, justo; de perezoso, diligente; de tibio y seco, ferviente y devoto. ¡Dios os salve!, esperanza de los que de sí desesperan, y especialísima ayudadora de todos los que se acogen a vuestro patrocinio. Vos tenéis las llaves del tesoro celestial: Sois Vos luz de las tinieblas. Vos, el espejo de los Santos, y esperanza de los pecadores: todas las generaciones os bendicen, los tristes os llaman, todas las criaturas se alegran de vos. Los ángeles en el cielo con vuestra presencia se honran, y los hombres en la tierra con vuestra  esperanza viven. Todos os llaman y á todos respondéis, y por todos rogáis. ¿Pues qué haré yo pecador tan indigno para alcanzar vuestra gracia? Mis pecados me turban, mi desidia me aflige, y mi malicia me enmudece para comparecer ante Aquel eterno Juez; que aunque es manso en el sufrimiento, es justo en el castigo. ¿Pues quién será tan justo que para este juicio no tenga necesidad de ayuda? ¿Qué será de mí, María de ARANZAZU, si lo que perdí por mi pecado, no gano por vuestra intercesión? ¡Oh Reina de los Ángeles! Cambiad mi vida, ordenad todas mis obras de tal manera que merezca yo, aunque pecador, ser oído con piedad, para salir del estado de la culpa, y después gozar, á vuestro  Hijo y á Vos, por los siglos de los siglos. Amén.
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ORACIÓN
PARA EL SEGUNDO DÍA
¡Oh María pureza divina, á quien eligió el Altísimo por Co-redentora del linaje humano!. Nosotros, Señora, hemos perdido a nuestro Dios con nuestras repetidas culpas y caídas. Dadnos la mano para levantarnos, como lo hicisteis con Juan de Irrundo, de oficio cantero, que trabajando la capilla mayor de vuestro Santuario, reconociendo el peligro que amenazaba un estribo de piedra, que servía de andamio para los oficiales, dijo á los Religiosos: “No es posible, Padres, que dejemos  hacernos pedazos en esta labor si la Virgen Santísima, en cuyo servicio nos empleamos, milagrosamente no nos libra”. Apenas pronunció estas palabras, cuando cayó el estribo hasta diez y siete varas de distancia, dando en el suelo con los peones. Pero Vos, que como Madre estáis al cuidado de vuestros hijos, los preservasteis de la muerte, y desenterrados que fueron, se pusieron de rodillas, elevando las manos en acción de gracias, y volvieron a su tarea y labor, como si no hubieran padecido tan terrible golpe. Nosotros, Señora, nos hallamos enterrados bajo el dominio de nuestras pasiones, favorecednos como Madre; resucitadnos á la vida de la gracia, y permaneciendo en ella, trabajaremos venciendo al mundo, demonio y carne, que nos tienen oprimidos. A así lo esperamos de vuestra piedad, con las demás gracias que os suplicamos en esta Novena, si es del agrado de Dios. Amén.
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ORACIÓN
PARA EL TERCER DÍA
¡Oh Madre del mejor Hijo! ¡Sol del más claro Cielo! ¡Estrella del firmamento de las virtudes, donde resplandeció el agradable lucero de la gracia, a vista de la oscura y tenebrosa noche de nuestras culpas!. ¡Oh Madre de piedad, que favorecéis a los que os invocan en sus mayores aprietos, como sucedió con Cristóbal de Sarduce, que pasando un rio, tropezó el caballo y le llevó la corriente largo trecho. Fluctuando ya el miserable entre el ímpetu de las corrientes, y llamándoos con el  aliento que le permitían sus mortales ansias de ahogarse, encontró entre las manos una piedra grande; abrazase con ella, y cobrando respiración volvió a implorar vuestro amparo, hizo voto de visitar vuestro Santuario, y al punto se le puso en la oscuridad de la noche una luz clarísima que lo guió hacia la orilla y saltó á tierra. Nosotros, Señora, nos hallamos náufragos en la corriente de nuestras pasiones; amparadnos que ya os invocamos con el título de Madre Santísima de Aránzazu, y guiadnos por el camino recto del cumplimiento de la ley de vuestro Hijo, y las demás gracias  que os pedimos en esta Novena, si es del agrado de Dios. Amén.
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ORACIÓN
PARA EL CUARTO DÍA
¡Oh Bienhechora del mundo! Torre fuerte de David  que a todo el infierno hacéis resistencia. Muralla inexpugnable de la Ciudad de Dios, donde el incendio que abrasa es el fuego de amor con que vuestro amor ardiente a las almas favorece. Así lo hicisteis con doña Isabel Bimpel, que estando tullida dos años sin conseguir alivio de los médicos y cirujanos, hizo voto de ir a visitaros en vuestro Santuario:, y para ejecución de sus deseos, mandó buscar cuatro hombres que la cargasen. Entró en vuestro Sagrado templo, perseveró orando en vuestra presencia, y después sintió tan interior regocijo y gozo en su corazón, que se juzgó estar libre; intentó levantarse, y hallándose ligera, a los primeros movimientos se  puso en pie, y dando algunos pasos, reconoció no tener molestia algún. Enajenada de gozo la salud tan milagrosamente recobrada, alzó el grito en acción de gracias a Dios, y a Vos por tan singular beneficio. Veo yo  que toda mi vida he andado por caminos desviados sin dar un paso en servicio de Dios. Os pido Señora, me deis auxilio para caminar por la senda de la perfección, imitando vuestros  pasos. Así mereceré como Isabel levantar el grito en alabanzas de tu Hijo, y sirviéndoos como debo en esta vida, mereceré alabaros en la gloria. Amén.
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ORACIÓN
PARA EL QUINTO DÍA
¡Oh María, Madre del Eterno Verbo, más agradable á los divinos ojos que todas las criaturas! ¡Luz del mundo, clara antorcha de los cielos, espejo sin mancha, donde los espíritus angélicos miran sus perfecciones con alegría! ¡Alivio de nuestras miserias, socorro de nuestras necesidades!.Así se vio  con una doncella, subido á un árbol á coger fruta, cayó impensadamente sobre una cerradura de estacas que tenia la huerta, y fue tan recio el golpe, que una de ellas se atravesó en el costado de parte á parte. En tal aprieto y angustia  invocó é hizo voto de visitar vuestro Santuario. Con su invocación se vio esforzada, y  con un  varonil aliento, rogó a los circunstantes que acudieron a tal lástima; le sacasen del cuerpo la estaca, y con no pequeña compasión se la sacaron. En el mismo instante se sintió totalmente libre y sana, quedando solamente las señales de la herida para muestra y señal  perpetua de tan prodigioso milagro. La doncella partió luego a vuestro Santuario, pregonando por los caminos el milagro sucedido con ella. Llevaba en la mano, para mayor crédito y asombro, la estaca, y entrando en tu Santuario, te dio las gracias. Yo, Señora, he caído en los lazos del pecado, si vos como Madre no me favorecéis y me amparáis, como a  vuestra  devota doncella, no sanaré de los males que me rodean. Dadme auxilio para salir de tan lamentable estado, para que caminando por caminos rectos llegue al Santuario de lo gloria. Amén.
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ORACIÓN
PARA EL SEXTO DÍA
¡Oh María, volcán incomparable del divino amor! Sol resplandeciente a quien no pudieron quitar su brillo  las oscuras nubes de la imperfección! ¡Luna llena de claridad, cuya grandeza  dimanaba directamente  del  Sol Divino! Sois verdadera Luz de ciegos. A sí se  vio en una mujer llamada Clara. Habiendo perdido la vista, y  después de aplicársele multitud de remedios sin provecho alguno, os ofreció en compañía de su marido una Novena en vuestro Santuario. Luego que pronunció la promesa, dijo que veía la mano de la Santísima Virgen María. Creyeron los que oían la restitución de la vista, pero dudando que fuese la mano de la Purísima Virgen la que decía miraba esta mujer, le ponían otra mano delante. Entonces respondía no era aquella la de María, y así siempre se ratificó en que clara y distintamente había visto la forma de la mano poderosa de su bienhechora y Reyna. Cumpliendo su promesa, os fue a visitar en compañía del marido, publicando el beneficio recibido de la mano. Yo me hallo ciego dando de escollo en escollo, tropezando con mis errores. Dadme vuestra  mano para que viendo lo que es justo y recto solo aspire á la perfección de mi estado, así lograré alabar a mi Dios eternamente en su gloria. Amén.
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ORACIÓN
PARA EL SÉPTIMO DÍA
¡Oh Divina María, ciudad de refugio, consuelo de atribulados en los mayores aprietos! Bien se  vio en el caso un peón llamado Miguel, destinado al servicio de la comunidad. Estando sentado sobre un árbol cortando ramas, se deslizó y cayó. Al momento de su caída os  invocó  con el dulcísimo título de Virgen de ARANZAZU. Recibió  el cuerpo gravísimos golpes en las puntas de las  peñas hasta que cayó al rio. Bajaron los religiosos juzgando hallarlo ya muerto,  mas le hallaron puesto de rodillas con los ojos hacia el Santuario, dándole gracia por tan singular beneficio. Yo, Señora, me he deslizado, no una sino muchas veces por dar gusto á mis apetitos, en un torrente de iniquidades. Favorecedme, pues os  invoco con el dulcísimo nombre de Virgen Santísima de ARANZAZU, confiando de vuestro maternal amor, ser favorecido y amparado, hasta que  y salido del precipicio de mis culpas cantaré vuestras  alabanzas sin cesar en la gloria. Amén.
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ORACIÓN
PARA EL OCTAVO DÍA
¡Oh María Madre del Verbo humanado, prodigio de la Omnipotencia; arca sagrada donde guardó el Altísimo el verdadero maná de su soberano cuerpo, el rico tesoro de las virtudes; Altar animado, donde Dios acepta el sacrificio de las buenas obras, para hacer las paces con el hombre. Fue destinada por el mismo Dios para alivio, socorro y consuelo de los enfermos. Así se vio en un niño que adolecía del mal de piedra y tenía a sus padres compungidos y llenos de angustia, por no hallar alivio en ninguna medicina, ni instrumento de cirujanos. Os invocaron sus padres ofreciendo haceros una Novena si lograba el afligido enfermo el alivio. Hecha esta promesa arrojó el niño la piedra con admiración de todos los presentes. Si este logró la salud del cuerpo, yo Señora, he pedido en estos días que he hecho tu Novena, la salud de mi alma, curadme, Señora, y no permitáis caiga en la más leve culpa  que os desagrade. Así  lo espero de vuestra  piedad. Amén.
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ORACIÓN
PARA EL NOVENO DÍA
¡Oh Clementísima Virgen María de ARÁNZAZU Madre honorabilísima, de cuyos soberanos pechos se alimentan los atribulados, con divinas consolaciones; Sol hermoso de cuyo calor no hay miseria que se esconda, volved esos ojos misericordiosos a vuestros fieles y afligidos devotos que os invocan en el naufragio de tantas calamidades. Vos   miráis benigna a los católicos navegantes librándolos a cada paso, de los naufragios. Así lo  experimentan diez y ocho navegantes que naufragando la nave en una tormenta grande, y desnudándose todos para tirarse al agua, fiaban más de  las olas, que de la nave, el socorro. Previniéndose a  este último lance, hicieron voto, de que, si salían con vida al puerto, irían todos en peregrinación a vuestro a ofreceros la limosna que su posibilidad alcanzase. Con tal agrado aceptasteis la promesa, que apareciéndoos con tres luces, convertisteis la lobreguez de la noche, en claridad; y  alegrasteis y consolasteis con vuestra presencia a los marineros, y templando la tormenta del mar, quedaron quietas, pacíficas y amedrentadas sus olas, y saliendo libres a tierra, fueron todos publicando vuestros portentos a ofreceros sus votos y cumplir su promesa. Nosotros, Señora, que en este valle de lágrimas padecemos tormentas más fuertes que los navegantes, necesitamos de vuestro amparo. En Vizcaya fue donde os aparecisteis   para consuelo de navegantes, como que muchas veces los favorecisteis en sus peligros y tormentas. Los enfermos, ciegos y tullidos han logrado por vuestro amparo recobrar la salud, como lo testifican vuestros portentos. Vuestro Santuario está  en todo tiempo poblado de los que agradecidos á vuestros beneficios, van a daros las debidas gracias. En este templo de San Francisco  veneramos vuestra  imagen. Es retrato de la que se venera en Vizcaya, a Vos recurrimos confiados en que en todas partes sois Madre de pecadores. Oídnos, pues, Señora; aceptad nuestras súplicas, que ya os invocamos con el mismo título de los que felices os veneran en vuestro Santuario. Os decimos a voces, Santísima Virgen María de ARÁNZAZU, amparadnos, apagad el fuego de las guerras, libradnos del incendio de las herejías, fecundad nuestros campos, purificad los infectados aires, y concedednos todo lo que en estos nueve días os hemos pedido, si es para gloria de Dios, y bien de nuestras almas. Amén.


Arantzazuko Andre Mariaren Kofradia


Apuntes sobre la Hermandad de Nuestra Señora de Aranzazu en la
Lima Virreinal
José de la Puente Brunke
Pontificia Universidad Católica del Perú

Las hermandades y cofradías en el Perú virreinal no han sido objeto de un especial interés de parte de los historiadores. Si bien el tema ha sido tratado por diversos autores en líneas generales, o en el marco de obras de carácter  más amplio –siendo el caso más destacado el del P. Rubén Vargas Ugarte S.J ., no son muchas las corporaciones estudiadas de modo especifico. En este sentido, son de destacar algunas aproximaciones, como la de Olinda Celestino y Albert Meyers, referida a los Andes Centrales ; si bien su tema especifico de estudio es el de las cofradías indígenas, ofrecen una visión amplia y clara del devenir de las cofradías en general. Debe citarse también la obra -más reciente- de Beatriz Garland Ponce  al igual que el trabajo de Jesús Paniagua Pérez sobre las Cofradías limeñas de San Eloy y de la Misericordia , y dos contribuciones recientes aparecidas: el artículo de Diego Lévano Medina, en el que ofrece una visión de conjunto de las cofradías limeñas en el siglo XVII , y el trabajo de Ciro Corilla Melchor, en el que estudia las cofradías limeñas desde la perspectiva de los conflictos étnicos . En el caso de la Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu, dos autores la han estudiado con cierto detalle: Guillermo Lohmann Villena  y Elías Luque Alcaide.

Los orígenes de la Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu
En los inicios del siglo XVII era ya importante el número de vascos residentes en Lima, y muchos de ellos formaban parte del sector más representativo y poderoso de los comerciantes que desarrollaban sus labores en la capital del virreinato peruano.
Desde los primeros años de esa centuria intentaron formar una hermandad. Así un grupo de “caballeros hijosdalgo de la nación vascongada” adquirió una capilla en la Iglesia de San Francisco que tuvo por advocación al Santo Cristo y a nuestra Señora de Aránzazu. La operación comprendía también la cripta para la realización de los enterramientos de los miembros de la Hermandad y de sus descendientes.
Las constituciones de la Hermandad han sido publicadas por Guillermo Lohmann Villena, específicamente en ellas en primer lugar, que estaría conformada las corporación por los residentes en Lima que fueran naturales de Vizcaya y de Guipúzcoa, al igual que sus descendientes, así como los oriundos de Álava, de Navarra y de las “cuatro Villas”: Laredo, Castro Urdiales, Santander y San Vicente de la Barquera. Se estableció como misión primordial de la hermandad la de “ejercitar entre sí y con los de su nación obras de misericordia y caridad cristiana así en vida como en muerte”, aunque también sé contemplaban las visitas en general a los enfermos pobres.
Se establecía el derecho de ser enterrados en la referida capilla para todos los naturales de los mencionados lugares, así como para sus viudas –salvo que hubieren contraído segundas nupcias con alguien que no fuera miembro de la hermandad- y sus descendientes en este último caso que se excluía a toda persona que estuviese “manchada o infamada de judío o moro penitenciado por el Santo Oficio ni casado con mulata india o negra o que tenga algún oficio infame”.

La vida de la Hermandad en el siglo XVIII
Fue el siglo XVIII el tiempo en que numerosos miembros de la Hermandad de Aránzazu tuvieron un papel de especial gravitación en la sociedad y en la economía peruana.
No olvidemos que las reformas borbónicas supusieron notables en la economía y el comercio, los cuales fueron especialmente importantes en el Perú. Sin embargo, si bien tradicionalmente se ha señalado que dichas reformas trajeron consigo tiempos de crisis para la élite mercantil limeña, lo cierto es que recientes investigaciones están demostrando que en la segunda mitad de la referida centuria siguió siendo muy grande la capacidad de construir fortunas entre los comerciantes afincados en Lima, a pesar que esta ciudad había perdido su lugar como centro de la distribución mercantil en la América del Sur. Además, durante el siglo XVII se produjo la llegada de un importante número de comerciantes vascos y navarros que se afincaron en Lima, y que fueron protagonistas centrales de la vida económica en la capital virreinal.
Mencionemos un caso ilustrativo, el de los Querejazu, que pertenecieron a la hermandad, constituyéndose en una de las familias más poderosas en la segunda mitad del siglo XVIII. Su principal representante fue Antonio Hermenegildo de Querejazu y Mollinedo, quien llego a ser el oidor más antiguo de la Audiencia de Lima, y caballero de la Orden de Santiago, además de dueño de una de las más importantes fortunas de entonces.
El había nacido en el Perú y fue hijo de un peninsular afincado en el virreinato en la primera mitad de ese siglo, Antonio de Querejazu y Uriarte, natural de Mondragón, en Guipúzcoa, quien llego a ser mayordomo de la Hermandad. Obviamente este último logró tal posición por su relevancia en la sociedad limeña de su entonces: fue caballero de Santiago, gobernador de Quijos y Macas y prior del Tribunal del Consulado de Lima, Y caso en 1706 con la limeña Juana Agustín de Mollinedo y Azaña, sobrina del célebre obispo del Cuzco Manuel de Mollinedo y Angulo, reconstructor de esa ciudad tras el terremoto de 1650.
En la documentación que se conserva de la hermandad. Antonio de Querejazu y Uriarte figura por primera vez en un dato referido a 1704. En efecto en el Cabildo Realizado el 3 de mayo de ese año se presenta una relación de las personas que ofrecieron limosnas para el retablo de Nuestra Señora de Aránzazu. Allí aparece juntamente Mateo y Antonio de Querejazu aportando 100 pesos, habiendo solo cinco personas con aportes mayores. Siendo las sumas más latas las ofrecidas por los mayordomos de la hermandad, Pedro de Ulaortua y Juan Bautista de Palacios.
Al año siguiente, y de acuerdo con la “Razón de los señores hermanos que han mandado limosna para el retablo de Nuestra Señora de Aránzazu este año de 1705” , Antonio de Querejazu, vuelve a aportar 100 pesos, siendo en este caso el hermano que ofreció la suma más alta.
Desde entonces Antonio de Querejazu intento ser elegido mayordomo de la Hermandad, pero lo logro tan solo en el cabildo de3 de mayo de 1713, cuando alcanzo tal cargo junto con el ya mencionado –y en este caso reelegido- Juan Bautista de Palacios, quien por entonces ya era Teniente general de la Caballería. Ya en años anteriores había sido Querejazu diputado de la Hermandad.
En el registro de los entierros efectuados en la bóveda de la capilla de Nuestra Señora de Aránzazu, figuran los de varios miembros de esa importante familia. Así, el 3 de enero de 1761 fue enterrado Tomás de Querejazu, caballero de la Orden Santiago y canónigo de la catedral de Lima . En junio de 1772 se enterró Juana de Querejazu, condesa de San Juan de Lurigancho, hija del mencionado Antonio Hermenegildo . En febrero de 1775 fue enterrada la esposa de éste, Josefa de Santiago –Concha y Errazquin, y el 18 de enero de1792 se hizo lo propio con el mismo Antonio Hermenegildo. El 14 de diciembre de 1797 fue enterrado José de Querejazu y Santiago Concha, Conde de San Pascual Bailón, e hijo del anterior .
Si bien no es abundante la documentación conservada en nuestros días con respecto a la Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu, algunos datos son reveladores de  lo que fue la vida de la corporación. Como ejemplo podemos mencionar el de las necesidades materiales referidas al cotidiano funcionamiento de la capilla de la Hermandad en la iglesia de San Francisco, y especialmente el hecho de la presencia –acreditada en diversos periodos- de un negro esclavo dedicado a servir a la capilla. Así, por ejemplo, por medio de un recibo fechado el 24 de julio de 1743 sabemos de la compra de un negro llamado José Vicente, operación que fue efectuada por quienes entonces eran mayordomos de la Hermandad: José Arescurenaga y Pábulo de la Urranaga. Dicho esclavo tenía 18 años de edad, y fue comparado en 300 pesos, luego de venderse por 350 al que anteriormente había tenido. Ahora bien: los esclavos que servían a la hermandad no eran siempre adquiridos a titulo oneroso. Algunas décadas antes, por ejemplo, la Hermandad había recibido un esclavo a través de una cláusula testamentaria, efectuada por el capitán Antonio de Monasterio Guren, el cual dejo a dicho negro, llamado Antonio Mina “para que sirviese a la Capilla de Nuestra Señora de después que hubiese servido cinco años a doña Isidora Blanco Rejón, viuda del dicho Monasterio Guren” .

La devoción Limeña a la Virgen de Aránzazu
En cuanto a las fiestas celebradas en honor a la Virgen de Aránzazu, el Padre  Benjamín Gento Sanz afirma lo siguiente:
“La colonia vascongada, rica próspera en la época colonial, era también generosa con extremo, al manifestar su religiosidad con la Virgen de su devoción, bajo la advocación de Aránzazu o del Espino –que esto significa la palabra vasca Aránzazu: sobre el espino- que tantos recuerdos les traía de sus lejanas montañas (...). Las fiestas que celebraban a la Virgen de Aránzazu eran suntuosas, y las preseas y alhajas de su culto, numerosas, ricas y abundantes” .
Pero es mucho más ilustrativa la reseña que hace un coetáneo. Fray Diego de Cordova y Salinas de un acontecimiento muy concreto: el recibimiento y la colaboración, en la capilla de la Hermandad Limeña, de la imagen de Nuestra Señora de Aránzazu, en 1646. He aquí el relato:
“Fue recibida la forastera divina en Lima con gran pompa y alegría de sus vecinos, haciéndose pedazos la campana de  todas las iglesias en .señal de su gozo. Colocada la santa imagen en sus andas de un montón distinto de inmensa riqueza de diamantes, que en /o brillante poco !e debían al sol, salió triunfante en hombros de sacerdotes de la Catedral a la plaza mayor, de bajo de palio, como Reina y Señora que es de cielo y tierra, despidiendo rayos de gloría de su soberano rostro, que daban vida a cuantos con devoción la miraban. Llevaba por lucido acompañamiento a todo lo noble y común de la ciudad, Virrey, Audiencia Real, Cabildos y Religiones. Pasó la procesión con pompa y aparato, luces, músicas y danzas, las calles y sus balcones adornados de sedas y ricas telas, a la casa del serafín llagado. Francisco, donde al siguiente día, diez y ocho de octubre de mil y seiscientos y cuarenta y seis años, con el mismo aplauso, Fiesta, música, Virrey y Tribunales, suspiros y lágrimas de gozo. y alegría de innumerable pueblo convenido, fue colocada la santa imagen en su espino (divina rosa entre espinas) dentro de un nicho de gallardo fondo, a cuya majestad corren dos cortinas de labor costosa "  .
Fueron notables y continuas las contribuciones de los miembros de la Hermandad para sufragar los gastos que acarreaban las fiestas y todo lo que se dirigía a la veneración de la Virgen de Aránzazu. Por ejemplo, en los años iniciales del siglo XVIII fueron frecuentes las ya mencionada.) limosnas para la construcción del retablo de la capilla de la Hermandad. No siendo suficientes, en ocasiones, las limosnas que se recogían, los propios miembros prestaban dinero a la corporación.

La bóveda sepulcral de la capilla de la Hermandad
Ya nos hemos referido al derecho de los hermanos de esta corporación, así como de sus parientes de enterrarse en la bóveda de la capilla de la iglesia de San Francisco. Un libro conservado en el Archivo de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima da cuenta de los hermanos que se enterraron en la referida capilla desde fines del siglo XVI.
En el siglo siguiente, las ideas de la Ilustración inspiraron las nuevas políticas con respecto a los enterramientos: se buscaba mejorar la salud pública, que se veía perjudicada por e! hedor que emanaban las fosas en las que se enterraban a los difuntos en las ciudades. Por eso, se pensó que la solución pasaba por crear cementerios fuera de los centros urbanos, para que los muertos dejaran de envenenar a los vivos. Así, desde 1808, tras la inauguración del Cementerio General de Lima, se estableció que todas las iglesias clausuraran sus bóvedas, sepulturas, osarios y todos los lugares donde hubiera entierros. Es de destacar que las autoridades hicieron especial mención de la iglesia de San Francisco en este sentido. Se deseaba según un texto de la época- que no sean más nuestros templos y hospitales los palacios de la muerte. En el  Santuario del Dios Vivo sólo se sientan el olor agradable del incienso; y el del bálsamo salutífero en las cosas de piedad.
Debemos suponer que hubo una especial preocupación de las autoridades por la situación de la iglesia de San Francisco en lo referido a los enterramientos. En efecto, consta que la prohibición de efectuar entierros en ese templo se había dado ya en 1804. En ese año los religiosos franciscanos  construyeron un panteón junto a la Casa de Ejercicios de la Tercera Orden, efectuándose, su apertura el 23 de setiembre, y desde ese día "se impidió todo entierro en la iglesia de San Francisco por las superiores órdenes del Excmo. Sr. Virrey D Gabriel de Avilés y el Arzobispo fi Excmo. e fitmo. S. D. Juan domingo González de la Reguera, de la Gran Cruz de Carlos III. Con este motivo se han cerrado todas las bóvedas y aun que queda abierta la de la Hermandad de Aránzazu, se ha prohibido todo entierro, y ha asignado el R., Guardián dieciséis nichos en el panteón para los que tenían derecho a la bóveda (...)".
Es decir, se prohibieron lo enterramientos en la iglesia de San Francisco cuatro años antes de la prohibición general de efectuar entierro en los templos. Pero la clausura de la bóveda se produjo en 1808, a raíz de la inauguración del Cementerio General. Dicha clausura es relatada con detalle en uno de los libros de la Hermandad:
"Por el Reglamento Provisional que se imprimió y está la copia en el Archivo de Aránzazu, se mando por los dos referidos jefes  que todas las Iglesias de esta capital empezasen a cerrar sus bóvedas, sepulturas, osarios, y demás lugares de entierro, desde el día inmediato, la bendición y apertura del campo santo, y lo verificasen en el término de quince días contados desde primero de junio próximo, inhabilitado los enterramientos de modo que no vuelvan a servir, ni quede señal de su entrada con lapida sepulcral, ni cosa que lo denote”  .
Siguiendo tales disposiciones, los mayordomos de la Hermandad retiraron una lápida de bronce que tenía allí más de un siglo -se había instalado en 1693-, en la cual aparecía la siguiente inscripción: "Aquí yacen los muy nobles y muy leales hijos y descendientes de la Provincia de Cantabria". Lo interesante es que en el mismo documento se señalan una serie de precisas instrucciones para quienes en el futuro quisieran reabrir la bóveda, concluyéndose del siguiente modo: "Esta explicación y noticia se pone aquí para los venideros (...); en caso necesario es fácil quitarla y dar entrada a la bóveda" . Todo indica, en efecto, que la clausura de la bóveda sepulcral de la capilla de la Hermandad se realizó con gran pesar por los miembros de la misma, quienes de algún modo mostraron su deseo de que en el futuro pudiera ser reabierta. Dicho pesar puede percibirse en la documentación de la Hermandad, al aludirse a los nichos que se reservaron en el Cementerio General: "Para repararen en algún modo la falta, de la bóveda de Aránzazu en su capilla, se han tomado en el camposanto (...) nichos que están distinguidos con la inscripción de pertenecer a la Ilustre Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu”.

Arantzazuko Andre Mariaren Kofradia


Apuntes sobre la Hermandad de Nuestra Señora de Aranzazu en la
Lima Virreinal
José de la Puente Brunke
Pontificia Universidad Católica del Perú

Las hermandades y cofradías en el Perú virreinal no han sido objeto de un especial interés de parte de los historiadores. Si bien el tema ha sido tratado por diversos autores en líneas generales, o en el marco de obras de carácter  más amplio –siendo el caso más destacado el del P. Rubén Vargas Ugarte S.J ., no son muchas las corporaciones estudiadas de modo especifico. En este sentido, son de destacar algunas aproximaciones, como la de Olinda Celestino y Albert Meyers, referida a los Andes Centrales ; si bien su tema especifico de estudio es el de las cofradías indígenas, ofrecen una visión amplia y clara del devenir de las cofradías en general. Debe citarse también la obra -más reciente- de Beatriz Garland Ponce  al igual que el trabajo de Jesús Paniagua Pérez sobre las Cofradías limeñas de San Eloy y de la Misericordia , y dos contribuciones recientes aparecidas: el artículo de Diego Lévano Medina, en el que ofrece una visión de conjunto de las cofradías limeñas en el siglo XVII , y el trabajo de Ciro Corilla Melchor, en el que estudia las cofradías limeñas desde la perspectiva de los conflictos étnicos . En el caso de la Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu, dos autores la han estudiado con cierto detalle: Guillermo Lohmann Villena  y Elías Luque Alcaide.

Los orígenes de la Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu
En los inicios del siglo XVII era ya importante el número de vascos residentes en Lima, y muchos de ellos formaban parte del sector más representativo y poderoso de los comerciantes que desarrollaban sus labores en la capital del virreinato peruano.
Desde los primeros años de esa centuria intentaron formar una hermandad. Así un grupo de “caballeros hijosdalgo de la nación vascongada” adquirió una capilla en la Iglesia de San Francisco que tuvo por advocación al Santo Cristo y a nuestra Señora de Aránzazu. La operación comprendía también la cripta para la realización de los enterramientos de los miembros de la Hermandad y de sus descendientes.
Las constituciones de la Hermandad han sido publicadas por Guillermo Lohmann Villena, específicamente en ellas en primer lugar, que estaría conformada las corporación por los residentes en Lima que fueran naturales de Vizcaya y de Guipúzcoa, al igual que sus descendientes, así como los oriundos de Álava, de Navarra y de las “cuatro Villas”: Laredo, Castro Urdiales, Santander y San Vicente de la Barquera. Se estableció como misión primordial de la hermandad la de “ejercitar entre sí y con los de su nación obras de misericordia y caridad cristiana así en vida como en muerte”, aunque también sé contemplaban las visitas en general a los enfermos pobres.
Se establecía el derecho de ser enterrados en la referida capilla para todos los naturales de los mencionados lugares, así como para sus viudas –salvo que hubieren contraído segundas nupcias con alguien que no fuera miembro de la hermandad- y sus descendientes en este último caso que se excluía a toda persona que estuviese “manchada o infamada de judío o moro penitenciado por el Santo Oficio ni casado con mulata india o negra o que tenga algún oficio infame”.

La vida de la Hermandad en el siglo XVIII
Fue el siglo XVIII el tiempo en que numerosos miembros de la Hermandad de Aránzazu tuvieron un papel de especial gravitación en la sociedad y en la economía peruana.
No olvidemos que las reformas borbónicas supusieron notables en la economía y el comercio, los cuales fueron especialmente importantes en el Perú. Sin embargo, si bien tradicionalmente se ha señalado que dichas reformas trajeron consigo tiempos de crisis para la élite mercantil limeña, lo cierto es que recientes investigaciones están demostrando que en la segunda mitad de la referida centuria siguió siendo muy grande la capacidad de construir fortunas entre los comerciantes afincados en Lima, a pesar que esta ciudad había perdido su lugar como centro de la distribución mercantil en la América del Sur. Además, durante el siglo XVII se produjo la llegada de un importante número de comerciantes vascos y navarros que se afincaron en Lima, y que fueron protagonistas centrales de la vida económica en la capital virreinal.
Mencionemos un caso ilustrativo, el de los Querejazu, que pertenecieron a la hermandad, constituyéndose en una de las familias más poderosas en la segunda mitad del siglo XVIII. Su principal representante fue Antonio Hermenegildo de Querejazu y Mollinedo, quien llego a ser el oidor más antiguo de la Audiencia de Lima, y caballero de la Orden de Santiago, además de dueño de una de las más importantes fortunas de entonces.
El había nacido en el Perú y fue hijo de un peninsular afincado en el virreinato en la primera mitad de ese siglo, Antonio de Querejazu y Uriarte, natural de Mondragón, en Guipúzcoa, quien llego a ser mayordomo de la Hermandad. Obviamente este último logró tal posición por su relevancia en la sociedad limeña de su entonces: fue caballero de Santiago, gobernador de Quijos y Macas y prior del Tribunal del Consulado de Lima, Y caso en 1706 con la limeña Juana Agustín de Mollinedo y Azaña, sobrina del célebre obispo del Cuzco Manuel de Mollinedo y Angulo, reconstructor de esa ciudad tras el terremoto de 1650.
En la documentación que se conserva de la hermandad. Antonio de Querejazu y Uriarte figura por primera vez en un dato referido a 1704. En efecto en el Cabildo Realizado el 3 de mayo de ese año se presenta una relación de las personas que ofrecieron limosnas para el retablo de Nuestra Señora de Aránzazu. Allí aparece juntamente Mateo y Antonio de Querejazu aportando 100 pesos, habiendo solo cinco personas con aportes mayores. Siendo las sumas más latas las ofrecidas por los mayordomos de la hermandad, Pedro de Ulaortua y Juan Bautista de Palacios.
Al año siguiente, y de acuerdo con la “Razón de los señores hermanos que han mandado limosna para el retablo de Nuestra Señora de Aránzazu este año de 1705” , Antonio de Querejazu, vuelve a aportar 100 pesos, siendo en este caso el hermano que ofreció la suma más alta.
Desde entonces Antonio de Querejazu intento ser elegido mayordomo de la Hermandad, pero lo logro tan solo en el cabildo de3 de mayo de 1713, cuando alcanzo tal cargo junto con el ya mencionado –y en este caso reelegido- Juan Bautista de Palacios, quien por entonces ya era Teniente general de la Caballería. Ya en años anteriores había sido Querejazu diputado de la Hermandad.
En el registro de los entierros efectuados en la bóveda de la capilla de Nuestra Señora de Aránzazu, figuran los de varios miembros de esa importante familia. Así, el 3 de enero de 1761 fue enterrado Tomás de Querejazu, caballero de la Orden Santiago y canónigo de la catedral de Lima . En junio de 1772 se enterró Juana de Querejazu, condesa de San Juan de Lurigancho, hija del mencionado Antonio Hermenegildo . En febrero de 1775 fue enterrada la esposa de éste, Josefa de Santiago –Concha y Errazquin, y el 18 de enero de1792 se hizo lo propio con el mismo Antonio Hermenegildo. El 14 de diciembre de 1797 fue enterrado José de Querejazu y Santiago Concha, Conde de San Pascual Bailón, e hijo del anterior .
Si bien no es abundante la documentación conservada en nuestros días con respecto a la Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu, algunos datos son reveladores de  lo que fue la vida de la corporación. Como ejemplo podemos mencionar el de las necesidades materiales referidas al cotidiano funcionamiento de la capilla de la Hermandad en la iglesia de San Francisco, y especialmente el hecho de la presencia –acreditada en diversos periodos- de un negro esclavo dedicado a servir a la capilla. Así, por ejemplo, por medio de un recibo fechado el 24 de julio de 1743 sabemos de la compra de un negro llamado José Vicente, operación que fue efectuada por quienes entonces eran mayordomos de la Hermandad: José Arescurenaga y Pábulo de la Urranaga. Dicho esclavo tenía 18 años de edad, y fue comparado en 300 pesos, luego de venderse por 350 al que anteriormente había tenido. Ahora bien: los esclavos que servían a la hermandad no eran siempre adquiridos a titulo oneroso. Algunas décadas antes, por ejemplo, la Hermandad había recibido un esclavo a través de una cláusula testamentaria, efectuada por el capitán Antonio de Monasterio Guren, el cual dejo a dicho negro, llamado Antonio Mina “para que sirviese a la Capilla de Nuestra Señora de después que hubiese servido cinco años a doña Isidora Blanco Rejón, viuda del dicho Monasterio Guren” .

La devoción Limeña a la Virgen de Aránzazu
En cuanto a las fiestas celebradas en honor a la Virgen de Aránzazu, el Padre  Benjamín Gento Sanz afirma lo siguiente:
“La colonia vascongada, rica próspera en la época colonial, era también generosa con extremo, al manifestar su religiosidad con la Virgen de su devoción, bajo la advocación de Aránzazu o del Espino –que esto significa la palabra vasca Aránzazu: sobre el espino- que tantos recuerdos les traía de sus lejanas montañas (...). Las fiestas que celebraban a la Virgen de Aránzazu eran suntuosas, y las preseas y alhajas de su culto, numerosas, ricas y abundantes” .
Pero es mucho más ilustrativa la reseña que hace un coetáneo. Fray Diego de Cordova y Salinas de un acontecimiento muy concreto: el recibimiento y la colaboración, en la capilla de la Hermandad Limeña, de la imagen de Nuestra Señora de Aránzazu, en 1646. He aquí el relato:
“Fue recibida la forastera divina en Lima con gran pompa y alegría de sus vecinos, haciéndose pedazos la campana de  todas las iglesias en .señal de su gozo. Colocada la santa imagen en sus andas de un montón distinto de inmensa riqueza de diamantes, que en /o brillante poco !e debían al sol, salió triunfante en hombros de sacerdotes de la Catedral a la plaza mayor, de bajo de palio, como Reina y Señora que es de cielo y tierra, despidiendo rayos de gloría de su soberano rostro, que daban vida a cuantos con devoción la miraban. Llevaba por lucido acompañamiento a todo lo noble y común de la ciudad, Virrey, Audiencia Real, Cabildos y Religiones. Pasó la procesión con pompa y aparato, luces, músicas y danzas, las calles y sus balcones adornados de sedas y ricas telas, a la casa del serafín llagado. Francisco, donde al siguiente día, diez y ocho de octubre de mil y seiscientos y cuarenta y seis años, con el mismo aplauso, Fiesta, música, Virrey y Tribunales, suspiros y lágrimas de gozo. y alegría de innumerable pueblo convenido, fue colocada la santa imagen en su espino (divina rosa entre espinas) dentro de un nicho de gallardo fondo, a cuya majestad corren dos cortinas de labor costosa "  .
Fueron notables y continuas las contribuciones de los miembros de la Hermandad para sufragar los gastos que acarreaban las fiestas y todo lo que se dirigía a la veneración de la Virgen de Aránzazu. Por ejemplo, en los años iniciales del siglo XVIII fueron frecuentes las ya mencionada.) limosnas para la construcción del retablo de la capilla de la Hermandad. No siendo suficientes, en ocasiones, las limosnas que se recogían, los propios miembros prestaban dinero a la corporación.

La bóveda sepulcral de la capilla de la Hermandad
Ya nos hemos referido al derecho de los hermanos de esta corporación, así como de sus parientes de enterrarse en la bóveda de la capilla de la iglesia de San Francisco. Un libro conservado en el Archivo de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima da cuenta de los hermanos que se enterraron en la referida capilla desde fines del siglo XVI.
En el siglo siguiente, las ideas de la Ilustración inspiraron las nuevas políticas con respecto a los enterramientos: se buscaba mejorar la salud pública, que se veía perjudicada por e! hedor que emanaban las fosas en las que se enterraban a los difuntos en las ciudades. Por eso, se pensó que la solución pasaba por crear cementerios fuera de los centros urbanos, para que los muertos dejaran de envenenar a los vivos. Así, desde 1808, tras la inauguración del Cementerio General de Lima, se estableció que todas las iglesias clausuraran sus bóvedas, sepulturas, osarios y todos los lugares donde hubiera entierros. Es de destacar que las autoridades hicieron especial mención de la iglesia de San Francisco en este sentido. Se deseaba según un texto de la época- que no sean más nuestros templos y hospitales los palacios de la muerte. En el  Santuario del Dios Vivo sólo se sientan el olor agradable del incienso; y el del bálsamo salutífero en las cosas de piedad.
Debemos suponer que hubo una especial preocupación de las autoridades por la situación de la iglesia de San Francisco en lo referido a los enterramientos. En efecto, consta que la prohibición de efectuar entierros en ese templo se había dado ya en 1804. En ese año los religiosos franciscanos  construyeron un panteón junto a la Casa de Ejercicios de la Tercera Orden, efectuándose, su apertura el 23 de setiembre, y desde ese día "se impidió todo entierro en la iglesia de San Francisco por las superiores órdenes del Excmo. Sr. Virrey D Gabriel de Avilés y el Arzobispo fi Excmo. e fitmo. S. D. Juan domingo González de la Reguera, de la Gran Cruz de Carlos III. Con este motivo se han cerrado todas las bóvedas y aun que queda abierta la de la Hermandad de Aránzazu, se ha prohibido todo entierro, y ha asignado el R., Guardián dieciséis nichos en el panteón para los que tenían derecho a la bóveda (...)".
Es decir, se prohibieron lo enterramientos en la iglesia de San Francisco cuatro años antes de la prohibición general de efectuar entierro en los templos. Pero la clausura de la bóveda se produjo en 1808, a raíz de la inauguración del Cementerio General. Dicha clausura es relatada con detalle en uno de los libros de la Hermandad:
"Por el Reglamento Provisional que se imprimió y está la copia en el Archivo de Aránzazu, se mando por los dos referidos jefes  que todas las Iglesias de esta capital empezasen a cerrar sus bóvedas, sepulturas, osarios, y demás lugares de entierro, desde el día inmediato, la bendición y apertura del campo santo, y lo verificasen en el término de quince días contados desde primero de junio próximo, inhabilitado los enterramientos de modo que no vuelvan a servir, ni quede señal de su entrada con lapida sepulcral, ni cosa que lo denote”  .
Siguiendo tales disposiciones, los mayordomos de la Hermandad retiraron una lápida de bronce que tenía allí más de un siglo -se había instalado en 1693-, en la cual aparecía la siguiente inscripción: "Aquí yacen los muy nobles y muy leales hijos y descendientes de la Provincia de Cantabria". Lo interesante es que en el mismo documento se señalan una serie de precisas instrucciones para quienes en el futuro quisieran reabrir la bóveda, concluyéndose del siguiente modo: "Esta explicación y noticia se pone aquí para los venideros (...); en caso necesario es fácil quitarla y dar entrada a la bóveda" . Todo indica, en efecto, que la clausura de la bóveda sepulcral de la capilla de la Hermandad se realizó con gran pesar por los miembros de la misma, quienes de algún modo mostraron su deseo de que en el futuro pudiera ser reabierta. Dicho pesar puede percibirse en la documentación de la Hermandad, al aludirse a los nichos que se reservaron en el Cementerio General: "Para repararen en algún modo la falta, de la bóveda de Aránzazu en su capilla, se han tomado en el camposanto (...) nichos que están distinguidos con la inscripción de pertenecer a la Ilustre Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu”.